miércoles, octubre 03, 2007

CLXVIII.

Hoy eres tú, mar de retorno;
¡hoy, que te dejo,
eres tú, mar!

¡Qué grande eres,
de espaldas a mis ojos,
gigante negro hacia el ocaso grana,
con tu carga chorreosa de tesoros!

-Te quedas, murmurando
en un extraño idioma informe,
de mí; no quieres nada
conmigo; entre tu ida
y mi vuelta
resta el despego inmenso
de una eterna nostalgia.-

... De repente te vuelves
parado, vacilante,
borracho colosal y, grana,
me miras con encono
y desconocimiento
y me asustas gritándome en mi cara
hasta dejarme sordo, mudo y ciego...
Luego, te ríes, y cantando
que me perdonas,
te vas, diciendo disparates,
imitando gruñidos de fieras
y saltos de delfines
y piadas de pájaros;
y te hundes hasta el pecho
o sales, hasta el sol, del oleaje
- San Cristóbal -,
con mi miedo en el hombro acostumbrado
a levantar navios a los cielos.

Me siento perdonado. ¡Y lloro, mar salvaje
toda tu agua de hierro, luz y oro!.



Diario de un poeta reciencasado, 1916
Juan Ramón Jiménez

No hay comentarios: