lunes, julio 30, 2007

The quiet man (1952)

domingo, julio 29, 2007

Sospechó, de golpe, lo que todos llegan a comprender, más tarde o más temprano: que era el único hombre vivo en un mundo habitado por fantasmas, que la comunicación era imposible y ni siquiera deseable, que tanto daba la lástima como el odio, que un tolerante hastío, una participación dividida entre el respeto y la sensualidad eran lo único que podía ser exigido y convenía dar.

El astillero, Juan Carlos Onetti

miércoles, julio 04, 2007

Entonces llegó la hora de la verdad en medio de esa escenografía tan atroz y tan ridícula: el tristemente célebre coronel Silva Ledesma, presidente del Supremo Tribunal Militar, fue preguntando a cada uno de los reos si queríamos decir algo. Uno a uno fue respondiendo "no", "no", "no" y "no".
A mi fue al último que le preguntó:
-¿Desea decir algo?
El campo se me hizo orégano. Lo miré y le dije "sí, me gustaría decir algunas palabras", con voz tembleque lo dije, nervioso lo dije.
- Adelante - me respondió el milicazo.
[...]

Yo no elegí la vida.
Como a todos nosotros la vida me fue dada.
Ahora si pudiera optar elegiría vivir una y otra vez.
Yo no elegí a mis padres.
Pero si pudiera elegiría a mis propios padres.
Tampoco elegí a mis hermanos.
Pero si pudiera elegirlos ellos mismos serían mis hermanos.
No elegí a mis maestros ni a mis profesores.
Pero si pudiera elegirlos, elegiría a los mismos que tuve.
Sí elegí a mi carrera y a mis estudios.
Y así terminé en Montevideo.
Sí elegí trabajar para poder sustentarme y por el trabajo de encuestador de la empresa Gallup comencé a conocer al detalle a la ciudad con sus contrastes y sus taras, sus ricos y sus pobres, sus infelices y sus privilegiados. Y como yo a ese señor que ustedes tienen en estatua lo llevo en mis pensamientos y en mis sentimientos, elegí sí un compromiso político para cambiar ese estado de cosas. No para que los más infelices sean los más privilegiados como dijo Artigas en las Instrucciones del año XIII, sino para que no haya infelices ni privilegiados.
Y como en esencia nada ha cambiado, yo voy a seguir así.
Nada más.

¡Había que ver cómo pestañeaba el Silva Ledesma!
[...]
Luego vino la pena: 30 años y de 10 a 15 de seguridad.


Marcelo Estefanell
El hombre numerado, ed. Aguilar, 2007